25 de mayo de 2020

Sociedad

Raúl Pérez Roldán, un entrenador con fama de implacable y duro como un frontón

La última entrevista que dio Raúl Pérez Roldán en Tandil, se la dio a Elías El Hage para incluirla en el libro "Cien años del Mundo Rojinegro 1918-2018". El Hage tituló ese capítulo así: "Insurrección y revolución".

Tras las recientes e incendiarias declaraciones de Guillermo Pérez Roldán hacia su padre, a quien acusó de maltratador y estafador, la entrevista local adquiere renovado interés porque retrata esa personalidad dura y exigente hasta el extremo que encierra en una misma figura los atributos salvíficos o condenatorios.

La fama de la escuela de tenis de Tandil, cómo se originó, las ideas renovadoras que trajo Raúl Pérez Roldán a la ciudad y el culto al esfuerzo y la superación que impuso como sello son parte de este capítulo que compartimos a continuación.

LA LLEGADA DE PÉREZ ROLDÁN: INSURRECCIÓN Y REVOLUCIÓN

(Del libro "Cien años del Mundo Rojinegro 1918-2018" Elías El Hage)

"El arribo del profesor Raúl Pérez Roldán al Club Independiente fue indivisible de lo que produjo a partir de su minuto cero: una polémica de tonos caldeados entre dos sectores en pugna, que tomó trascendencia en los diarios, y que alcanzó hasta un ribete inesperado: una movilización pública en contra de la nueva época que comenzaba para la enseñanza del tenis, y una asamblea multitudinaria de socios como nunca jamás había ocurrido en la Institución.

Repasando lo ocurrido con perspectiva histórica, es dable pensar que el Destino, con sus guiños por entonces imperceptibles, en la primavera de 1972, le estaba dando al club una señal, un presagio, un signo ineluctable, de los éxitos impensados e impresionantes que traería el porvenir. Lo cierto es que apenas el presidente Duggan Martignoni comunicó la noticia de la creación de una escuela de tenis que iba a ser llevada adelante y gerenciada por un completo desconocido que acababa de llegar a Tandil, en el seno del club nació un foco de resistencia por parte de la vieja guardia del otrora deporte blanco. Era un grupo de socios que jugaba al tenis sin un sentido de la competencia y en una completa ajenidad de lo que verdaderamente estaba ocurriendo con el tenis más allá de la propia Institución. Se infiere que los sublevados habían visto peligrar un lugar de poder, aunque también podemos aportar un argumento de naturaleza atávica muy propio de la sociedad lugareña en éste y otros asuntos: el rechazo automático a lo desconocido. Concretamente hubo dirigentes que estuvieron en contra de la iniciativa: veían a la tercerización del tenis como la pérdida del manejo de la disciplina, atada a viejos códigos que por otra parte no habían dado resultados deportivos concretos, en parte por lo anacrónico del sistema de enseñanza y en medio de un contexto revolucionado por la ascendente presencia de Guillermo Vilas.

LA GRAN PARADOJA

De modo que el génesis de la historia de la academia de Pérez Roldán resulta inefable no sólo por lo que desató en su momento sino por lo que habría de ocurrir a la vuelta de la vida. O sea, por su increíble paradoja. El "Negro" Gómez, padre del entrenador Marcelo Gómez, con su camión de frutero, fue uno de los socios que se opuso férreamente a la idea de una escuela de tenis concesionada y junto a otros pares, como Francisco Perrota que lideró el reclamo en la prensa, encabezó la protesta. La manifestación, un singular desfile de algunos autos marchando tras el camión de Gómez bajo el estruendo de las bocinas, empezó en la Escuela 7 y recorrió toda la Avenida España hasta llegar a la Escuela Normal, en lo que podría llamarse como el primer piquete contra el tenis en Tandil. Ocurrió en 1985 y la asamblea multitudinaria que presidió Martignoni fue de alto voltaje, con expulsión de algunos socios incluida. Las tensiones habían llegado a un punto tan árido que al propio Gómez le fue vedada la entrada al club, incluso hasta un tiempo después del fallecimiento de Martignoni.

El diario El Atlántico de Mar del Plata, que por entonces tenía una corresponsalía local, fue uno de los medios que abordó la polémica señalando que "un grupo de socios del Club Independiente, en lo que consideran 'una absurda delegación de facultades que ha hecho la comisión directiva, cuestionaron abiertamente la actitud de la actual dirigencia, al haber entregado a través de un 'contrato leonino' -dicen- las instalaciones tenísticas del club al señor Raúl Pérez Roldán para que éste las explote como club privado de tenis. Según los testimonios recibidos todo comenzó con un comunicado que se puso en exhibición en la oficina de tenis del campo de deportes, en la que se mencionaba que la comisión directiva en plenario y por unanimidad había resulto privatizar las instalaciones y el área tenística (...) Esto que para muchos constituyó un acto de disposición contrario a los principios de toda sociedad jurídica provocó una áspera reacción que tuvo como gestor inicial al señor Francisco Perrota y al que le siguieron otros asociados. (...) Por su parte, Martignoni sostuvo que 'es imposible pensar que la comisión directiva del Club Independiente pueda haber firmado un contrato leonino, es una afirmación sumamente lesiva' para luego comunicar las cláusulas del acuerdo que se extendía por una década con lo que formalmente se dio en llamar el nacimiento del Independiente Lawn Tennis Club: "El señor Pérez Roldán abona o hace un aporte de no menos de 14.000 australes (de los cuales ya hizo 11 mil) y durante los diez años se hace cargo de todo el personal, no menos de diez entre peones, ayudantes y profesores, con todas sus cargas sociales, mantenimiento de canchas, redes, elementos, parquización, riego, polvo de ladrillo, solventar espectáculos deportivos, impuestos y seguros. O sea que en definitiva y de acuerdo a nuestros cálculos invertirá alrededor de 20.000 australes en obras que quedarán definitivamente incorporadas al patrimonio del club". Perrota a su vez sostuvo que "el club quedó empeñado, busco que el socio salga de su letargo y despierte defendiendo con fuerza lo que le pertenece". Martignoni cerró el debate haciendo una analogía entre la polémica interna y lo que ocurría en el país. No faltó dureza en sus palabras: "En el caso del tenis se da lo del país. Nadie hace nada y cuando alguien tiene la iniciativa comienzan los detractores de siempre. Lo que llama la atención es que siempre los problemas no los plantean los que más trabajan o se brindan a la comunidad, sino por el contrario los ineptos, los marginados, los frustrados, los que restan en vez de sumar. Nadie va a enajenar nada, ni nadie va a convertir nada. Las instituciones son como el Estado, no generan dinero, prestan servicios y generalmente son deficitarias; hay que reglamentar, sí, pero hay que dar paso a la iniciativa privada". En la misma edición del diario, premonitoriamente, Pérez Roldán aseguraba: "Esta obra constituye un nuevo atrevimiento con una ventana al futuro. Como la fue la Escuela de Tenis, como lo fue ir a jugar a Capital Federal y como lo fue presentar nuestros valores ante la consideración del mundo y competir con éxito". Sería innecesario subrayar que tanto al presidente como al formador de formadores, la historia les dio la razón.

Con los años las tensiones se fueron suavizando y la paradoja resulta insoslayable: treinta años después será el hijo del frutero Gómez quien -además de ser uno de los formadores que más tiempo estuvo al lado de Pérez Roldán- se convertirá en el primer entrenador de Juan Martín Del Potro. Fue el auténtico descubridor de aquel niño flaco y desgarbado que encontró peloteando contra el frontón, nacido de la cantera del club y que impuso el logro deportivo más importante en la historia de Tandil -ganando el US Open en 2009- y del país, obteniendo por primera vez dos medallas olímpicas y la Copa Davis. La historia a menudo depara estas imprevistas ironías del destino.

Pero, ¿quién era Raúl Pérez Roldán en los albores de los años 70? Era un porteño nacido en el barrio de Belgrano, de 24 años, hijo de un policía, que había elegido Tandil casi como por un golpe de inspiración, cuando todavía seguía siendo un jugador de tenis -que no jugaba nada mal "con un muy buen revés, un drive malo y un saque pobre, pero con dos piernas formidables", según su propio autorretrato- y se debatía íntimamente entre estos dos fervores: el del jugador que aún llevaba adentro y el del entrenador que comenzaba a ser. Había empezado a jugar al tenis a los 10 años en el Círculo Policial de Buenos Aires.

Al momento en que el "Gallego" se asomó por el club, el tenis estaba al frente de un profesor que se llamaba Juan Alberto Moreno. El relato de Pérez Roldán se acerca al minuto cero de una historia que ni el soñador más optimista podía imaginar por entonces.

"Yo llegué a Tandil ya con mi señora y con mis hijos Mariana y Guillermo, que eran muy chiquitos. Y en realidad no venía a enseñar, pero sí tenía la idea de que si jugabas más o menos bien podías enseñar. Cuando advierto que el nivel en el club era bastante pobre hablo con Duggan y le propongo abrir la escuela. El primer año fue muy malo porque yo enseñaba de acuerdo a lo que había aprendido de Robebielo, el tipo con que me había formado en Buenos Aires y que sencillamente no sabía nada. Básicamente lo malo era que yo jugara, porque no hay ningún entrenador que juegue perfecto. Y el chico visualmente copia. Y yo jugaba bien porque les ganaba a los demás, pero no porque jugara bien técnicamente.

"El cambio realmente empezó un año después, cuando yo tomé una decisión que dio un vuelco en mi vida. Me presenté ante el maestro Felipe Loccícero que daba clases en el Náutico de Mar del Plata. Yo quería aprender y allí vi algo que me impactó: había 8 canchas y todos los pibes jugaban bien o muy bien, e igual. O sea, ¡todos tenían la misma técnica! Y yo al viejo lo admiraba profundamente. Debí hacer un esfuerzo enorme para viajar y para pagar el aprendizaje, que no era nada barato. Fueron al menos seis meses que me iba hasta allá en un Renault Gordini verde, me dolía una barbaridad. Loccícero me dejó entrar al lugar donde él tenía su biblioteca, me recomendaba los libros. Algunos compré. Lo primero que me enseñó es que el tenis primero se entiende, y después se puede jugar. Y me dijo inmediatamente que dejara de jugar. ¡Yo era Campeón de la Mar y Sierras! Ganaba los torneos de las categorías de acá porque el nivel era flojo, en realidad no le ganaba a nadie.

"A los seis meses llega un momento que me dice que ya no le iba a pagar más. Me habilita, no me cobra más y no sólo eso. Me dice que tampoco ninguno de los jugadores que yo iba a sacar y que iban a ir a la consulta con él, tampoco iban a pagar. Eso me infló el pecho, fue un gran estímulo. En ese momento era la explosión de Vilas, entonces él me ponía muchos ejemplos de Vilas, que era un obsesivo, que si llovía él se quedaba en el garaje de su casa y contra la pared seguía practicando. ¡Y siguió siendo un obsesivo Vilas!

"Así que recién después de todo esto abro la escuela de verdad. Y la primera idea de que iba a funcionar me la dio Loccícero cuando me dijo: 'Y todos los alumnos que vos vayas a sacar, los jugadores que vos vayas a traer...'. Me dio el espaldarazo que necesitaba, digamos. Entonces como yo no le hacía asco al trabajo, sabía que lo podía lograr. Y después el ídolo máximo mío, aparte de Loccícero, fue Jary Hoffman, un australiano que fue tres años campeón de la Copa Davis, con jugadores que eran terribles, y le decían 'El Diablo', era un duro entrenando. Pero los jugadores decían: 'Si queremos ganar, tenemos que entrenar con 'El Diablo'.

"Cuando yo comento todas estas ideas a la comisión directiva, hubo como una risa incrédula. En verdad, se mataron de risa. Vamos a ponerle: Martignoni, Reyes, Valmadre, Zudor, el 'Vasco' Gómez. Había una idea de que yo estaba loquito. Porque yo les dije: '¿Acá cuál es el objetivo de la Escuela? Lograr un gran campeón'. Y yo creo que logré varios grandes campeones. Porque campeón no es el 1 nada más... Es todo lo que el jugador puede dar. Y lo que yo lograba con los chicos es que les encantaba superarse en el entrenamiento. Y la comisión empezó a ver que la cosa venía en serio cuando a los diez meses de agarrar la raqueta Graciela Pérez era campeona nacional. Era un fenómeno esa chica. Tendría que haber sido, al menos, número 20º del mundo".

Aquella generación de tenistas de la escuela empezó a dar sus primeros resultados (se imponen los nombres, entre otros, de Patricia Martignoni, Eduardo Infantino, Gustavo Marzoratti, Mabel Villarramos, Virginia Alpa, Alejandro Fortunato, Alejandro Castelnuovo, Carlos Rubbi, Guillermo Cravea, Marta Valerio, Adrián Pérez, Claudio Di Fonzo, Daniel Schang, María Infantino, Leonardo Herrera Vegas, Pablo Montemartini, Carlos Pagnaco, Alejandro Tobolski, Martín Zubiaurre, Javier Brazola, Juan Vicente, Carolina y Fernando Guaita, María Palomino, Juan Blaiota, Luis Delgado, Marcelo Gómez, Marcos Suárez, Guillermo Dupleix, Luciano Méndez, Belén Riccio, Diego Pagnaco y Agustín Jauretche), pero fue la siguiente camada que encontró a la academia consolidada para producir un hecho inédito: el salto de los jugadores a Europa.

Comenzó en 1983 cuando Pérez Roldán inventó, también por una necesidad económica, la pretemporada en el tenis con una condición: el jugador debía tener un ranking determinado. Con 32 jugadores como máximo, momento en que decidió la construcción de frontones entre las canchas: "Yo reivindico el frontón porque el tipo que no puede pegarle a la pelota en un frontón sin darle dirección, no puede entrar a una cancha. El frontón nunca se equivoca, siempre te la devuelve".

LA ENERGÍA DE LO TANDILENSE

Una generación brillante -Franco Davin, Guillermo y Mariana Pérez Roldán y Patricia Tarabini- comenzó a dar prestigio internacional a la academia de tenis que Pérez Roldán ya había bautizado como Independiente Lawn Tenis Club. Aquella aventura de la primer gira europea de Pérez Roldán con sus cuatro jugadores fue una apuesta límite que definitivamente significó un antes y un después para el tenis del club y para su propia vida. El testimonio de la tenista Mariana Pérez Roldán, que llegó a estar 21º en el ranking, nos permite entender la audacia de un viaje hecho, como suele decirse, todo a pulmón.

"En esa época viajar implicaba estar mucho tiempo afuera, mucha plata que no teníamos, ni apoyo. Se nos hacía muy difícil. Y el perder por suerte no formó parte de nuestra primer gira europea, porque si no tendríamos que haber vuelto enseguida y no hubiese sido lo mismo. Nos ayudó muchísimo el haber sido cuatro personas compitiendo: Franco Davin, Patricia Tarabini, mi hermano Guillermo y yo. Al principio fuimos cuatro locos aventureros con un desquiciado que era mi viejo apuntándole todos los cañones a un solo lado. Y salió bien. Irse en ese momento era una locura. Fue en el 86, hubo que vender el auto para solventar el viaje, no sabíamos cómo nos iba a ir. Dependíamos de cómo nos fuera en la gira para ver si el auto que habíamos vendido estaba bien invertido o no. Fue una jugada y mi viejo fue muy estratégico. A nivel competitivo creo que fue un visionario.

"La energía del jugador de Tandil no es una casualidad. Fueron varias cosas que se fueron dando, principalmente el método de enseñanza que tenía mi papá. Tenía cosas que recién ahora otros las están usando. Tenía la biomecánica o la automatización. Nos pasábamos horas haciendo los movimientos del tenis sin pelota. El frontón, el famoso frontón del club Independiente, horas de pegarle a la pelotita contra la pared. Y era muy estratégico en lo competitivo. Y con una gran capacidad de laburo, obviamente. Nosotros hicimos tenis siempre con preparación física. Ahora se es más un atleta que un tenista, el tenis ha cambiado muchísimo. Aunque lo mental sigue siendo importante, está el tema de la potencia que se ha impuesto.

"Por supuesto que una lesión corta la racha de cualquier deportista. Yo creo que fui una deportista exitosa no siendo una jugadora con virtudes. Era muy petisa, muy menuda, pero era una luchadora con mucha garra que entrenaba muchísimas horas. Creo que esas cualidades que me dio el deporte hoy las pongo en práctica dentro de lo que es mi trabajo y frente a las adversidades que se puedan presentar".

Al respecto, la ex tenista y actual coordinadora de la escuela de tenis Patricia Martignoni también debió enfrentar la misma indagación respecto al secreto que habitaría la prolífica cantera que expuso la tandilidad tenística al mundo. "En varias entrevistas que me han hecho, siempre está la pregunta: ¿por qué creés que salen tantos tenistas de Tandil? Y yo siempre aclaro: salen tenistas del Club Independiente. Esto lo digo con la mayor humildad. Porque todos los tenistas han salido del Club Independiente. Y no es una cuestión menor, porque no es el único, hay otros clubes de tenis en Tandil, pero... ¿por qué salen del club? Una de mis hipótesis es porque el club, en las distintas comisiones que han pasado a lo largo de estos años, apostó a un tenis de competencia. Podría haber sido un tenis social, donde vienen a jugar las personas grandes y no juegan los chicos, como sucede en otros clubes. En cambio este club apostó a un tenis de competencia".

Pero, ¿cuál fue el gran acierto de la Academia? En palabras de su fundador "el hacerle sentir de veras a los chicos que con el esfuerzo se superaban en todo. En resultados, en todo". Pérez Roldán no pudo contra su propio mito: con los años, a la par del prestigio internacional que cosechó, tampoco le esquivó a la fama de entrenador duro e implacable, formado en rituales sagrados como el apego a la disciplina y el máximo esfuerzo. De allí entonces que se entienda su certera opinión sobre el talento: "Una vez me pidieron que defina el talento, y me salió algo que me gusta: para mí el talento es algo intangible y natural que simplifica el esfuerzo. Pero solo con talento no alcanza. Si vos tenés talento para tocar el piano, bueno, entrenalo. Si no nunca vas a ser Marta Argerich...".


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