19 de enero de 2025

Entrevista

Vogel: "Les demostré que se puede aprender a lo largo de toda la vida y bajo cualquier condición"

Lucas Vogel, docente fue nominado al Global Teacher Prize. Su proyecto se centra en el método STEAM y en la educación para personas con discapacidad. En una charla con Radio Tandil, destacó el rol de los docentes comprometidos y la importancia del aprendizaje continuo.

Lucas Vogel es docente misionero y se encuentra entre los 50 finalistas del Global Teacher Prize -considerado el Nobel de la Educación- por su innovador trabajo en un centro de día para personas con discapacidad en Oberá. Su proyecto fue seleccionado entre 5000 propuestas de 89 países del mundo. Próximamente habrá una segunda selección de 10 finalistas, de donde surgirá el ganador.

En una entrevista con Javier Levigna, en Radio Tandil, Vogel describió su método de enseñanza, basado en un enfoque adaptado a las necesidades de sus alumnos, utilizando materiales reciclados y fomentando el aprendizaje a lo largo de la vida.

-¿Te sorprendió?
-Sí, me sorprendió muchísimo. La verdad es que uno considera que hace lo mejor posible porque es lo que le apasiona, porque le gusta, porque resigna cosas y le pone todas las ganas. Y de repente, hacer una postulación fue simplemente mostrar lo que hace la Fundación Varkey. Pero estoy seguro de que en el país, en mi provincia e incluso en mi ciudad, hay muchos docentes que hacen un montón de cosas que no se muestran, no se ven y no se reconocen. Después de muchos años de seguir a la Fundación Varkey, dije: "Bueno, me postulo, cuento lo que hago y quizá a alguien le sirva por mi forma de pensar o de hacer educación". Quizá alguien pueda sacar ideas de acá. Y de repente llegaron entrevistas, encuestas y otras cosas, y ahora estoy entre los 50 finalistas. Es algo increíble.

-Sabemos que no fue fácil dedicarte de lleno a la educación. Contanos por qué.
-Este recorrido empieza con una persona que salía de la secundaria, de una escuela técnica, y que tenía que seguir la carrera de Ingeniería porque era la conexión directa. En ese momento ya empecé a darme cuenta de que las matemáticas y la forma de explicarlas a otras personas me resultaban más fáciles. Tal vez las entendía diferente o tuve buenos profesores, no sé. Como rebusque económico, empecé a dar clases particulares hasta que, en algún momento, me ofrecieron algunas horas, poquitas, en un colegio público por falta de profesores de matemáticas. Me preguntaron: "¿Te animás a agarrar un par de horas, una suplencia, para ayudarnos?". Y dije que sí.

Estar frente a un curso, frente al aula con los alumnos, no es lo mismo que dar una clase particular. Tenés que motivarlos, enseñar una materia que muchas veces tiene mala fama. Eso ya me empezó a generar la chispa de que estaba bueno poder cambiar las cosas. Lo cierto es que fueron pocas horas y económicamente no me redituaba, así que tuve que trabajar en otras cosas. Instalé aires acondicionados, puse un kiosco, hice un montón de otras actividades, hasta que alguien me preguntó si podía volver a trabajar en la escuela. En ese momento ya era una cantidad de horas más significativa y podía dedicarme de lleno a la docencia.

Entonces empecé el profesorado para obtener el título y estar dentro del ámbito. Una vez que comencé a estudiar, me di cuenta de que eso era lo que me apasionaba. Leía, buscaba información y me basaba en lo que habían hecho otros para llevarlo al aula. Todo lo que aprendía en didáctica, pedagogía y sociología lo aplicaba directamente. Así llegué a hacer la licenciatura en Educación.

-Pareciera haber dos pilares en la distinción que te hicieron: el centro de día y el método STEAM. ¿Es así?
-Con todo lo que iba aprendiendo, sabía que todos podemos aprender a lo largo de toda la vida. Hay un concepto antiguo que sostiene que nuestro cerebro es fijo. Esa idea aún persiste en muchos, quienes piensan que el cerebro no se puede modificar o que las personas con discapacidad no pueden seguir aprendiendo. Tenemos que derribar esa idea.

En Oberá hay un centro de día para personas con discapacidad que depende de la Municipalidad. Allí, personas mayores de 14 años pasan la jornada, desayunan y realizan actividades, principalmente artísticas o repetitivas, como pintar. A mí se me ocurrió plantearles que necesitábamos un espacio educativo, que esas personas podían aprender y desarrollar su cerebro para tener una mejor calidad de vida.

Al principio me preguntaron: "¿Estás seguro? ¿Sos licenciado en Educación y querés ir a un taller en ese lugar?". Y sí, yo quería eso. Quería demostrarle a mi sociedad que, con un poco de esfuerzo, las cosas pueden cambiar. Me basé en un aprendizaje basado en evidencia: el método STEAM. STEAM son las siglas en inglés de Ciencia, Tecnología, Ingeniería, Arte y Matemática. Este método se aplica en instituciones con alta calidad educativa, donde los alumnos ya tienen otra interacción con el aprendizaje. Yo tuve que adaptarlo porque las condiciones de mis alumnos eran totalmente diferentes. Después de dos años de trabajo, logré cambios muy importantes con ellos y les demostré que se puede aprender a lo largo de toda la vida y bajo cualquier condición.

-Un verdadero desafío.
-Trabajamos este año en el ciclo del agua. Los alumnos entendieron y pudieron explicárselo a otros -docentes y padres- mediante maquetas y habilidades que ellos mismos desarrollaron. Hay quienes no pueden hablar bien, entonces hacen maquetas y las muestran. Otros no pueden escribir o comprender textos normales, así que usamos lecturas adaptadas.

Muchas veces atendemos de más, creyendo que así ayudamos, pero a veces hay que desafiarlos. Si no pueden usar una tijera, buscamos alternativas. Trabajé mucho con materiales reciclados; ellos traían cartones, botellas y otros elementos para hacer maquetas. Así aprendieron y se hicieron responsables de su aprendizaje.

-¿Qué opinás cuando la gente dice que el problema en Argentina es la educación?
-Es un tema complejo. Las cosas cambiaron mucho, aunque no todo era perfecto antes. Lo que sé es que muchos docentes estamos trabajando para construir una sociedad más justa. Hay grandes pensadores en Argentina, como Melina Furman o Graciela Cappelletti, que nos inspiran y nos permiten ser mejores.

No sé cuál es la proporción entre los que se esfuerzan y los que no. Lo que puedo decir es que confío en los colegas que investigan y buscan mejorar. El cambio empieza con los pequeños pasos que damos dentro del aula.

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